03 junio 2008

[Socialistas de Pudahuel, N°567] Re: ¿GENERAL DEL PUEBLO?

Hola Lino, si poh, cual es la pelea hoy, los camioneros contra el estado?...... Por supuesto, Piñera está ensalsando un poco nuestras vidas con eso que tanto les gusta a los shilenos, el populismo, ante eso no hay más que decir, que los burgueses se peleen.
Los excluidos son los que sufren las consecuencias, como siempre.
Un abrazo.

 
El día 3/06/08, lino guillermo gualter cajales <linogualter@gmail.com> escribió:
Paulina, gracias por este articulo,
hace rato que hay cosas que me hacen meditar,
parece.... que algo no anda bien !!

por ejemplo: socilistas ensalsando  cosas  que antes calificaban de burgues.

El día 3 de junio de 2008 12:01, Paulina Castro <paulina.paisajismo@gmail.com> escribió:

El duelo desenfrenado

por Roberto Castillo Sandoval

El deseo insaciable de las lamentaciones, que lleva a los gemidos y los golpes de pecho, no es menos vergonzoso que la voluptuosidad desenfrenada. (Plutarco)

No soy el único que piensa que hay algo extraño detrás de la convulsión pública que se ha creado en torno a la muerte del general Bernales. Todo indica, por la cantidad de gente que se ha manifestado, que Bernales se las había arreglado para proyectar una imagen de cercanía y sencillez. También es cierto que las circunstancias de su muerte en el extranjero fueron impactantes y trágicas. Pero los extensos ritos fúnebres, los sollozos públicos, las vigilias y homenajes, han tenido un carácter teatral, un aire inequívoco de performance colectiva. Algo más profundo que el simple condolerse se está manifestando con el exceso volcánico, contagioso, y sorprendente de tanta efusión. Las exequias del general Bernales me recordaron, guardando las distancias liliputienses, el clima que se generó en Inglaterra con la muerte de Diana Spencer: un duelo desenfrenado, sentimental en extremo, y opresivamente colectivo. Incluso la utilería ha sido similar: féretros cubiertos de banderas, cureñas, caballos sin jinete, orfeones de música tocando a tempo fúnebre, flores, los deudos en el centro del haz reflector de la fama, la mirada retrospectiva, hagiográfica. No sé si en algún momento un Elton John criollo le cambiará la letra a una canción de elegía, para dedicársela al nuevo "mártir", pero en estos tiempos la arqueología de la frase "general del pueblo" tiene que relacionarse con eso "the people's princess". La imagen transfigurada del general ha actuado como pararrayos para atraer una carga sicológica y emocional que sorprende por su fuerza.

Hace una semana, muchos de los que este domingo manifestaron su desconsuelo de manera tan pública no tenían idea de cómo se llamaba el general director de Carabineros ni de qué lo diferenciaba exactamente de sus antecesores en democracia. Aun ahora que su nombre ha adquirido celebridad, tengo la sensación de que la gente que expresa su idolatría por el llamado "general del pueblo" se encontraría en serios aprietos al momento de nombrar las razones concretas por las que Bernales merece ser recordado así. Lo más sustancial que he visto de las entrevistas callejeras de la televisión fueron las palabras de una mujer que había salido a la calle porque le daba pena que los hijos del general hubieran perdido a su padre y a su madre al mismo tiempo: una simple razón humana, genuina, entre un mar de generalidades y lugares comunes peloteados para allá y para acá, hasta el paroxismo, entre los medios de comunicación y el público: lo de este fin de semana ha sido un discurso elegíaco larguísimo pero notablemente vacío de contenidos.

¿Qué otra prueba se necesita para considerar la posibilidad de que algo está fuera de lugar que las escenas en que lloran niños que claramente no tienen idea de qué está pasando? Lo único que esos niños entienden es que están siendo forzados a participar en una bacanal de lamentos, el festival de la lágrima. Si esto no fuera suficiente para encontrar que esto ha sido raro, hay que considerar que el uso de la palabra "mártires" corresponde a una narrativa ilusoria (no me atrevo a decir calculada, aunque estoy a punto) en la que la agnóstica presidenta participa al recordar, con la voz quebrada, que en la "última cena" que tuvo con Bernales, éste le confió que "ese caballero que está ahí" (señalando un crucifijo) siempre lo acompañaba. Por último, el discurso de innegable cariz político que pronuncia el hijo del general frente a las autoridades confirma que en todo esto hay algo digno de ser analizado en mayor detalle. Con una intervención que (lo siento mucho, tengo que decirlo) me recordó el discurso del nieto de Pinochet en esas otras exequias, el hijo de Bernales clamó porque aparecieran los "jueces del pueblo, los diputados y senadores del pueblo". Estoy seguro de que pronto recibirá ofertas de partidos políticos que lo querrán en sus filas. Ya se acercan, por si no se han dado cuenta, las elecciones municipales.

El general Bernales jamás soñó que su funeral sería tan fastuoso y multitudinario. Nadie, a menos que sea un megalomaníaco de marca registrada, sueña con unas exequias como las que se dieron este domingo en Santiago. Tampoco fue idea de los familiares devastados por el dolor de la pérdida. Esto lo inventaron y lo armaron otros. Los múltiples tinglados de esta puesta en escena desvían la atención de los serios problemas por los que atraviesa el país, pero también disimulan los detalles que se han revelado a partir de este desafortunado accidente. ¿Si era un viaje de trabajo, en comisión de servicio, por ejemplo, habrá alguien que se atreva a preguntar qué hacían las esposas de esos altos oficiales en el helicóptero? Si los que pagan viajes innecesarios de cónyuges de funcionarios públicos por el extranjero son los mismos ciudadanos que llenaron las calles de Santiago, entonces tal vez el llanto se justifique. ¿Habrá alguna vez una evaluación objetiva de la gestión del general Bernales, que comprenda no sólo los logros sino las áreas de sombra, como la violencia y parcialidad que caracterizan la actuación de Carabineros en tierras mapuches, con resultado de muerte? ¿Qué pasará con los criterios que aplican las Fuerzas Especiales para regular su violencia en las manifestaciones de estudiantes y trabajadores? Con esta virtual canonización del general, se hace muy difícil hacer una reflexión crítica. Es lo que sucede en un país que al parecer no tiene problemas para identificarse emocional y sicológicamente con tal facilidad con la policía nacional. ¿Dónde se verá que un gabinete entero, encabezado por la marcial presidenta, se sepa la letra completa del himno de la policía, con su lema tan fascistoide? No creo que suceda en otras partes del mundo, y eso debería hacernos meditar

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Un Abrazo,
Paulina
09-6160368


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[Socialistas de Pudahuel, N°566] Re: ¿GENERAL DEL PUEBLO?

Paulina, gracias por este articulo,
hace rato que hay cosas que me hacen meditar,
parece.... que algo no anda bien !!

por ejemplo: socilistas ensalsando  cosas  que antes calificaban de burgues.

El día 3 de junio de 2008 12:01, Paulina Castro <paulina.paisajismo@gmail.com> escribió:
El duelo desenfrenado

por Roberto Castillo Sandoval

El deseo insaciable de las lamentaciones, que lleva a los gemidos y los golpes de pecho, no es menos vergonzoso que la voluptuosidad desenfrenada. (Plutarco)

No soy el único que piensa que hay algo extraño detrás de la convulsión pública que se ha creado en torno a la muerte del general Bernales. Todo indica, por la cantidad de gente que se ha manifestado, que Bernales se las había arreglado para proyectar una imagen de cercanía y sencillez. También es cierto que las circunstancias de su muerte en el extranjero fueron impactantes y trágicas. Pero los extensos ritos fúnebres, los sollozos públicos, las vigilias y homenajes, han tenido un carácter teatral, un aire inequívoco de performance colectiva. Algo más profundo que el simple condolerse se está manifestando con el exceso volcánico, contagioso, y sorprendente de tanta efusión. Las exequias del general Bernales me recordaron, guardando las distancias liliputienses, el clima que se generó en Inglaterra con la muerte de Diana Spencer: un duelo desenfrenado, sentimental en extremo, y opresivamente colectivo. Incluso la utilería ha sido similar: féretros cubiertos de banderas, cureñas, caballos sin jinete, orfeones de música tocando a tempo fúnebre, flores, los deudos en el centro del haz reflector de la fama, la mirada retrospectiva, hagiográfica. No sé si en algún momento un Elton John criollo le cambiará la letra a una canción de elegía, para dedicársela al nuevo "mártir", pero en estos tiempos la arqueología de la frase "general del pueblo" tiene que relacionarse con eso "the people's princess". La imagen transfigurada del general ha actuado como pararrayos para atraer una carga sicológica y emocional que sorprende por su fuerza.

Hace una semana, muchos de los que este domingo manifestaron su desconsuelo de manera tan pública no tenían idea de cómo se llamaba el general director de Carabineros ni de qué lo diferenciaba exactamente de sus antecesores en democracia. Aun ahora que su nombre ha adquirido celebridad, tengo la sensación de que la gente que expresa su idolatría por el llamado "general del pueblo" se encontraría en serios aprietos al momento de nombrar las razones concretas por las que Bernales merece ser recordado así. Lo más sustancial que he visto de las entrevistas callejeras de la televisión fueron las palabras de una mujer que había salido a la calle porque le daba pena que los hijos del general hubieran perdido a su padre y a su madre al mismo tiempo: una simple razón humana, genuina, entre un mar de generalidades y lugares comunes peloteados para allá y para acá, hasta el paroxismo, entre los medios de comunicación y el público: lo de este fin de semana ha sido un discurso elegíaco larguísimo pero notablemente vacío de contenidos.

¿Qué otra prueba se necesita para considerar la posibilidad de que algo está fuera de lugar que las escenas en que lloran niños que claramente no tienen idea de qué está pasando? Lo único que esos niños entienden es que están siendo forzados a participar en una bacanal de lamentos, el festival de la lágrima. Si esto no fuera suficiente para encontrar que esto ha sido raro, hay que considerar que el uso de la palabra "mártires" corresponde a una narrativa ilusoria (no me atrevo a decir calculada, aunque estoy a punto) en la que la agnóstica presidenta participa al recordar, con la voz quebrada, que en la "última cena" que tuvo con Bernales, éste le confió que "ese caballero que está ahí" (señalando un crucifijo) siempre lo acompañaba. Por último, el discurso de innegable cariz político que pronuncia el hijo del general frente a las autoridades confirma que en todo esto hay algo digno de ser analizado en mayor detalle. Con una intervención que (lo siento mucho, tengo que decirlo) me recordó el discurso del nieto de Pinochet en esas otras exequias, el hijo de Bernales clamó porque aparecieran los "jueces del pueblo, los diputados y senadores del pueblo". Estoy seguro de que pronto recibirá ofertas de partidos políticos que lo querrán en sus filas. Ya se acercan, por si no se han dado cuenta, las elecciones municipales.

El general Bernales jamás soñó que su funeral sería tan fastuoso y multitudinario. Nadie, a menos que sea un megalomaníaco de marca registrada, sueña con unas exequias como las que se dieron este domingo en Santiago. Tampoco fue idea de los familiares devastados por el dolor de la pérdida. Esto lo inventaron y lo armaron otros. Los múltiples tinglados de esta puesta en escena desvían la atención de los serios problemas por los que atraviesa el país, pero también disimulan los detalles que se han revelado a partir de este desafortunado accidente. ¿Si era un viaje de trabajo, en comisión de servicio, por ejemplo, habrá alguien que se atreva a preguntar qué hacían las esposas de esos altos oficiales en el helicóptero? Si los que pagan viajes innecesarios de cónyuges de funcionarios públicos por el extranjero son los mismos ciudadanos que llenaron las calles de Santiago, entonces tal vez el llanto se justifique. ¿Habrá alguna vez una evaluación objetiva de la gestión del general Bernales, que comprenda no sólo los logros sino las áreas de sombra, como la violencia y parcialidad que caracterizan la actuación de Carabineros en tierras mapuches, con resultado de muerte? ¿Qué pasará con los criterios que aplican las Fuerzas Especiales para regular su violencia en las manifestaciones de estudiantes y trabajadores? Con esta virtual canonización del general, se hace muy difícil hacer una reflexión crítica. Es lo que sucede en un país que al parecer no tiene problemas para identificarse emocional y sicológicamente con tal facilidad con la policía nacional. ¿Dónde se verá que un gabinete entero, encabezado por la marcial presidenta, se sepa la letra completa del himno de la policía, con su lema tan fascistoide? No creo que suceda en otras partes del mundo, y eso debería hacernos meditar

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[Socialistas de Pudahuel, N°565] Chile Pais Corrupto

El mostrador:

No soy ladrón, solo estoy trabajando.

Luego del Mop, Efe, Corfo, Indap y etc. aparece el Mineduc, donde se robaba con la premisa de que cuanto más cara de raja se es, menor es la factibilidad de que alguien se entere. Rompamos de una vez el mito: Chile es un país corrupto, y dejemonos de espantarnos porque los policías Argentinos le piden una coima a un turista Chileno o espantarnos por los millones que robó un ex presidente brasilero, o que los gringos asignen contratos millonarios de reconstrucción en un país arrasado por su guerra sin ningún tipo de licitación de por medio. El uso de eufemismos del estilo "existen pequeños brotes de corrupción" no es más que una justificativa para seguir robando tranquilo, y usualmente utilizada por los amantes del lenguaje políticamente correcto, es decir, los mismos cuatreros de siempre.

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[Socialistas de Pudahuel, N°564] ¿GENERAL DEL PUEBLO?

El duelo desenfrenado

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Hace una semana, muchos de los que este domingo manifestaron su desconsuelo de manera tan pública no tenían idea de cómo se llamaba el general director de Carabineros ni de qué lo diferenciaba exactamente de sus antecesores en democracia. Aun ahora que su nombre ha adquirido celebridad, tengo la sensación de que la gente que expresa su idolatría por el llamado "general del pueblo" se encontraría en serios aprietos al momento de nombrar las razones concretas por las que Bernales merece ser recordado así. Lo más sustancial que he visto de las entrevistas callejeras de la televisión fueron las palabras de una mujer que había salido a la calle porque le daba pena que los hijos del general hubieran perdido a su padre y a su madre al mismo tiempo: una simple razón humana, genuina, entre un mar de generalidades y lugares comunes peloteados para allá y para acá, hasta el paroxismo, entre los medios de comunicación y el público: lo de este fin de semana ha sido un discurso elegíaco larguísimo pero notablemente vacío de contenidos.

¿Qué otra prueba se necesita para considerar la posibilidad de que algo está fuera de lugar que las escenas en que lloran niños que claramente no tienen idea de qué está pasando? Lo único que esos niños entienden es que están siendo forzados a participar en una bacanal de lamentos, el festival de la lágrima. Si esto no fuera suficiente para encontrar que esto ha sido raro, hay que considerar que el uso de la palabra "mártires" corresponde a una narrativa ilusoria (no me atrevo a decir calculada, aunque estoy a punto) en la que la agnóstica presidenta participa al recordar, con la voz quebrada, que en la "última cena" que tuvo con Bernales, éste le confió que "ese caballero que está ahí" (señalando un crucifijo) siempre lo acompañaba. Por último, el discurso de innegable cariz político que pronuncia el hijo del general frente a las autoridades confirma que en todo esto hay algo digno de ser analizado en mayor detalle. Con una intervención que (lo siento mucho, tengo que decirlo) me recordó el discurso del nieto de Pinochet en esas otras exequias, el hijo de Bernales clamó porque aparecieran los "jueces del pueblo, los diputados y senadores del pueblo". Estoy seguro de que pronto recibirá ofertas de partidos políticos que lo querrán en sus filas. Ya se acercan, por si no se han dado cuenta, las elecciones municipales.

El general Bernales jamás soñó que su funeral sería tan fastuoso y multitudinario. Nadie, a menos que sea un megalomaníaco de marca registrada, sueña con unas exequias como las que se dieron este domingo en Santiago. Tampoco fue idea de los familiares devastados por el dolor de la pérdida. Esto lo inventaron y lo armaron otros. Los múltiples tinglados de esta puesta en escena desvían la atención de los serios problemas por los que atraviesa el país, pero también disimulan los detalles que se han revelado a partir de este desafortunado accidente. ¿Si era un viaje de trabajo, en comisión de servicio, por ejemplo, habrá alguien que se atreva a preguntar qué hacían las esposas de esos altos oficiales en el helicóptero? Si los que pagan viajes innecesarios de cónyuges de funcionarios públicos por el extranjero son los mismos ciudadanos que llenaron las calles de Santiago, entonces tal vez el llanto se justifique. ¿Habrá alguna vez una evaluación objetiva de la gestión del general Bernales, que comprenda no sólo los logros sino las áreas de sombra, como la violencia y parcialidad que caracterizan la actuación de Carabineros en tierras mapuches, con resultado de muerte? ¿Qué pasará con los criterios que aplican las Fuerzas Especiales para regular su violencia en las manifestaciones de estudiantes y trabajadores? Con esta virtual canonización del general, se hace muy difícil hacer una reflexión crítica. Es lo que sucede en un país que al parecer no tiene problemas para identificarse emocional y sicológicamente con tal facilidad con la policía nacional. ¿Dónde se verá que un gabinete entero, encabezado por la marcial presidenta, se sepa la letra completa del himno de la policía, con su lema tan fascistoide? No creo que suceda en otras partes del mundo, y eso debería hacernos meditar

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[Socialistas de Pudahuel, N°563] reponiendo el debate politico

Compañeros:

Envio este articulo para aportar a la reflexion politica que, a mi juicio,  debe salirle al paso a discusiones de menor cuantia, o a la dinamica excrecente impuesta por "el lado oscuro de la fuerza".

Lino Gualter

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02 junio de 2008

El Derrumbe

Por Roberto Pizarro*


El PPD se ilumina y convence a los radicales que el éxito electoral radica en una lista separada del PS y de la Democracia Cristiana. Lista propia a las municipales, poniendo de manifiesto lo que la ciudadanía sabe hace rato: los partidos renunciaron a principios y programas y lo que interesa es administrar poder, cargos, posiciones y recursos. El hermano de Escalona, que vale por su apellido, renuncia al PS para ir por cuenta propia a algún municipio, da lo mismo cualquiera, mientras el senador Navarro estuvo al límite de la ruptura al no ser incluido en la nueva Mesa Directiva. En la DC el desgranamiento continúa, con la reciente renuncia de los abogados Bosselín y Briones, saga interminable desde la expulsión de Zaldívar y la renuncia de cinco diputados colorines.

La derecha no las tiene todas consigo. Hernán Larraín se cansó a la cabeza de la UDI, agobiado con esos ires y venires de Longueira y Lavín y, la última gota, las posturas encontradas respecto de cinco alcaldes de su partido involucrados en licitaciones oscuras. El otro Larraín, el de Renovación Nacional, Carlos, perfumado con incienso y enemigo de la píldora, se mantiene en la lucha, quizá porque cuenta con todo el apoyo de Sebastián Piñera, opción incontrarrestable para las presidenciales. Pero, tampoco hay que olvidar que el diputado Vilches y el senador Cantero, negritos de Harvard de esa organización, renunciaron hace pocos meses a RN.

Así están las cosas en la política nacional. La nomenclatura en crisis. Mientras tanto la ciudadanía se muestra cada vez más desafecta porque los partidos concentran su actividad en el poder desnudo, lo que ha traído como consecuencia una creciente corrupción en el país. Y los jóvenes, marginados de los partidos y de las elecciones, han optado por las movilizaciones. Antes contra la Loce y ahora contra la LGE, y mañana quizás apuntarán contra todas las desigualdades y exclusiones que avergüenzan a la gente decente. Es que la paciencia tiene su límite, como ha quedado de manifiesto en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Paraguay.

Con 18 años de gobiernos de la Concertación y los mismos años de oposición de la Alianza el cansancio se ha generalizado. Se trata de un juego cerrado, en que la democracia ha sido capturada por unos pocos. En la Concertación las sillas musicales se encuentran trizadas con los mismos de siempre, que han renunciado a conceder el liderazgo a los jóvenes y menos a los que desean cambiar el modelo económico en curso. Por su parte, la derecha se ha desgastado con el populismo de los Legionarios de Cristo y del Opus Dei. Así las cosas, quedan en evidencia manifiestas contradicciones entre su proclamado aliancismo-bacheletismo, el rabioso ataque a la píldora del día después y la candidatura del empresario Piñera a la Presidencia. No convencen quienes exaltan las bondades del liberalismo económico y el emprendimiento privado mientras, al mismo tiempo, se refugian en un conservadurismo retrógrado que reprime las libertades de los cuerpos y almas de los jóvenes. Y no es creíble tampoco que el candidato de la derecha servirá a todos los chilenos cuando le duele tanto separarse de sus negocios privados y convertirse en un ciudadano común a la cabeza de su proyecto político.

El derrumbe de la clase política chilena parece inevitable. Podrán retroceder el PPD y los radicales en su pretensión de llevar lista municipal independiente, porque será difícil sostener la presión y compromisos de tantos años con sus compañeros de ruta. Pero la restitución de una lista en común tampoco reducirá el elevado desgaste político de la Concertación, que ha privilegiado la reproducción del poder de sus viejos dirigentes antes que la democracia ciudadana; que ha sido generosa con los grupos económicos antes que con las capas medias y sectores populares; y, que no ha tenido voluntad real para modificar el sistema político excluyente.

Por su parte, la UDI, con la renuncia de Larraín, deberá optar entre los históricos coroneles, agotados por los años o por figuras más jóvenes, las que sostienen el mismo fundamentalismo decimonónico. El verdadero problema de la "derecha gremialista" no radica en su fragilidad para captar los votos del centro político, sino en su incapacidad para renunciar al pinochetismo y en esa persistencia de imponer a los chilenos una dictadura valórica, que en el siglo XXI nadie está dispuesto a tolerar. Renovación Nacional probablemente asegurará al candidato Piñera, gracias a que cuenta con opción clara para la primera vuelta presidencial, pero a muy pocos convencerá que su proyecto político atenderá los intereses de las mayorías castigadas por la desigualdad económica, exclusión política y vulnerabilidad ciudadana. Basta mirar y escuchar al Presidente de RN para constatar que ese partido se encuentra muy lejos de la gente sencilla y más necesitada de nuestro país.

La actual clase política ya no se sostiene. Por ello el país reclama un nuevo liderazgo, que comprometa su accionar con toda la ciudadanía, especialmente los más débiles, y no con los grupos económicos ni con la reproducción de la nomenclatura política. Un liderazgo con principios, programas y con una moral a toda prueba. Un liderazgo capaz de instalar un nuevo modelo de desarrollo, que coloque en su centro el progreso económico, pero fundado de verdad en la equidad y la protección social; que promueva una nueva política económica, que priorice los intereses de los trabajadores, pequeños empresarios, y consumidores agobiados por las tarjetas de crédito; una política social que termine con las aberraciones de la focalización y que convierta a la educación pública en el eje de las oportunidades para los jóvenes. Los desafíos del presente y las tareas del futuro demandan ese nuevo liderazgo.

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*Roberto Pizarro es ex ministro de Mideplan


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