16 julio 2008

[PS Pudahuel, N°704] Re: Turbulencias económicas

Ça vous chatouille ou ça vous gratouille?[1]

Escribe Luis CASADO – 14/07/2008

Gonzalo Martner es uno de los raros actores políticos que se atreve a
incursionar en temas económicos. Que su formación sea precisamente la
de economista no le resta mérito: tanto ha calado en la clase política
chilena el llamado "pensamiento único" que el simple hecho de osar
poner en duda el dogma trae consigo la condena y para enfrentarla hace
falta un poco de coraje.

Por otra parte resulta estimulante constatar que la realidad, a fuerza
de seguir comportándose como lo que es, termina por modificar la
percepción de quién no hace mucho ejercía el poder y asumía como bueno
un modelo que todos criticamos desde la oposición a la dictadura y que
algunos continuamos a criticar cuando la Concertación en el gobierno
lo hizo suyo, prolongándolo, profundizándolo, sistematizándolo y,
sobre todo, dándole un carácter tan inevitable como los solsticios de
invierno y de verano. Ello permite acercar posiciones que fueron
significativamente distantes. Digo acercar, no necesariamente
identificar.

Cualquier análisis de la realidad económica chilena exige responder a
algunas cuestiones esenciales. Una de ellas tiene que ver con el
cuerpo teórico que dispensa las herramientas del análisis. La
evolución que ha conocido la llamada "ciencia económica" en los
últimos diez años, en particular con relación a la corriente dominante
que se ha dado en llamar "neoliberalismo", el análisis de los
resultados alcanzados y el rosario de crisis recurrentes que han
jalonado el período durante el cual los partidarios de la primacía del
mercado han ejercido un poder sin contrapeso, han puesto en evidencia
no solo la inimaginable indigencia del cuerpo teórico que abrazaron
como una religión sino también su carácter ideológico, doctrinario y
dogmático, más en línea con la necesidad de justificar la creciente
concentración de la riqueza y el poder que con las exigencias del
conocimiento científico.

El definitivo fracaso de esta escuela de pensamiento, que en su día
animaron Hayek, Friedman y otros, va quedando en evidencia con la
tremenda dimensión de la crisis actual que mezcla elementos
financieros, económicos, sociales, políticos e institucionales, como
producto de la avanzada deconstrucción de la institucionalidad
democrática operada por el neoliberalismo.

Al reivindicar la pertinencia de la economía política, la preeminencia
de la política sobre la pretendida ciencia económica, y la importancia
del objetivo último de la actividad productiva, a saber, el hombre,
Martner se distancia del dogma y no podemos sino alegrarnos de ello.

Queda por saber si el diagnóstico se ajusta a la realidad y si los
caminos propuestos responden acertadamente al carácter y a la gravedad
de los problemas que nos ocupan.

Parafraseando al Doctor Knock, conocido personaje de la obra homónima
de Jules Romain, de cara a la realidad socio económica chilena
conviene saber cuál es la verdadera naturaleza de los síntomas que se
hacen cada día más evidentes.

«Ça vous chatouille ou ça vous gratouille?», preguntaba el Dr. Knock.
Todo buen médico que practica su oficio a consciencia sabe que las
informaciones obtenidas mediante la exploración clínica, la
auscultación del paciente, son valiosísimas para identificar el mal
que lo aqueja.

No obstante, reconocer bien los síntomas no permite sino orientar la
búsqueda de las causas, único modo de atacar la raíz del mal y no
quedarse en el reconocimiento y el tratamiento de sus consecuencias
visibles.

Una primera reflexión al respecto nos indica que no es posible juzgar
de un "funcionamiento económico satisfactorio"[2] sobre la base de
algunos indicadores estadísticos por muy pertinentes que ellos sean.
La mejor prueba de ello reside en que períodos recientes de la
historia económica del país mostraron cifras cercanas a los tres
"cincos" propuestos por Gonzalo Martner sin que un objetivo esencial
de la economía tal como la entendemos quienes criticamos el modelo, la
satisfacción de las necesidades de la inmensa mayoría de la población,
se encontrase verificado. Y es que aquí falta un dato cuya pertinencia
Gonzalo Martner no puede desconocer, el que tiene que ver con el modo
de apropiación del producto, con la justicia relativa de la
distribución de la riqueza producida.

Desde este punto de vista dieciocho años de pichi[3] democracia,
independientemente del ritmo de crecimiento del PIB, de la dimensión
oficial de la inflación y del nivel estadístico del desempleo, no han
modificado en nada la herencia de la dictadura con relación a los dos
elementos mencionados en el párrafo precedente.

Por otra parte, quienes algo entienden de economía saben que la
estadística suele ser un "faux ami"[4] a tal punto que Winston
Churchill pudo decir "Yo creo en las estadísticas solo cuando las
falsifico yo mismo".

El serio cuestionamiento de los resultados de la encuesta Casen
formulado con abundancia de argumentos, datos, cifras, análisis y
resultados de todo tipo, no tuvo respuesta de la parte de los
organismos puestos en duda, consolidando así, por defecto, la falta de
credibilidad de las cifras que periódicamente son anunciadas para
demostrar la reducción de la pobreza o el mejoramiento del nivel de
vida de la población.

El aumento del gasto social, indesmentible en cifras absolutas, no
constituye un indicador de justicia económica, sino un elemento
constitutivo del "conservadurismo compasivo" traducido en caridad
pública[5], la válvula de escape que debiese asegurarle la paz social
al modelo depredador y cuya responsabilidad recae en el Estado.

En este marco, el gasto público ni siquiera permite adjudicarle un
papel significativo en el nivel de consumo que encuentra en el
endeudamiento masivo de la población, -que crece a tasas del orden del
18-20% al año-, su causa más evidente.

En otro orden de cosas, calificar la compra de dólares por parte del
Banco Central para estabilizar el tipo de cambio como una "buena
política económica que produce resultados mejores que el mercado
librado a su suerte" parece un despropósito a más de un título.

Entre otros, porque creer que el tipo de cambio lo fija el mercado…
exige no sólo no saber nada de economía sino también una significativa
dosis de ingenuidad.

Jacques Delors, ex presidente de la Comisión de Bruselas (gobierno de
la Unión Europea), sostiene que el valor del dólar es el producto de
una decisión política y ve en la política del dólar débil un ataque
contra los intereses europeos y contra el Euro. Edward Prescott,
premio Nobel de economía 2004 y libremercadista reconocido, asegura:
"Las tasas de cambio son un gran rompecabezas que en verdad nadie
entiende. Las tasas parecen variar mucho, principalmente para corregir
las diferencias entre las tasas de inflación de diferentes países. Yo
no tengo respuestas, no entiendo esto y creo que ningún economista lo
entiende".

Por otra parte, estimar que una institución "independiente",
conformada por "expertos" de una estricta neutralidad (?), pueda
asumir decisiones de política económica… le adjudica al Banco Central
una misión que no es la suya. O bien significa aceptar que la política
económica es de competencia de los tecnócratas y en ningún caso de la
autoridad política. La falta de coherencia parece evidente.

Luego, si nos referimos a las cifras, no es la compra de 8 mil
millones de dólares por parte del Banco Central la que va a modificar
significativamente la caprichosa volatilidad de una divisa cuyo
emisor, la FED, sostenida en eso por el Banco Central Europeo, ha
lanzado al mercado en menos de un año más de un billón de dólares sin
respaldo, con el objetivo confeso de salvar un sistema financiero
irresponsable y especulador que la ortodoxia liberal aconsejaba dejar
morir de muerte natural.

Sin olvidar que Ben Bernanke, presidente de la FED, en un intento de
devolverle la confianza a los mercados acaba de declarar que está
dispuesto a seguir fabricando dólares y a extender ese compromiso
hasta fines del 2009. Y hasta el fin de los tiempos si la necesidad se
hace sentir. No otra cosa hizo en su día Alain Greenspan, cuyo laxismo
en materia monetaria tiene una parte de responsabilidad no
despreciable en la crisis actual[6].

Finalmente, si se trata de juzgar de la eficacia de la medida
mencionada, conviene referirse a los resultados. No a los del día,
sino a los de un período significativo. Tomando en consideración todas
las variables, abandonando en este caso la simplificación abusiva
propia a la "ciencia" económica que no puede afirmar nada sino
"toutes choses étant égales par ailleurs"[7].

"Toutes choses étant égales par ailleurs" es el subterfugio que le
permite al ministro de Hacienda Andrés Velasco afirmar que si los
precios de la energía y de los alimentos no hubiesen subido
considerablemente, los objetivos de inflación del gobierno se hubiesen
cumplido fácilmente.

Y si Napoleón no hubiese muerto…

Lo que permite una fácil transición al tema de la inflación. Martner
afirma que "La inflación es regresiva –afecta más a los que viven de
un salario o de ingresos esporádicos-".

Yo no quisiera ser mal interpretado pero esta visión de Martner
debiese llevarnos a concluir en que si el único mandato del Banco
Central se refiere precisamente a la inflación, se debe a que quienes
definieron sus estatutos no tenían in mente sino "a los que viven de
un salario o de ingresos esporádicos".

La realidad es que quienes son más afectados por la inflación son los
poderosos, los rentistas, los agiotistas, los usureros. La inflación,
en el mediano y largo plazo tiende a hacer desaparecer las deudas, las
contractadas por los consumidores desde luego, pero también las
referidas al endeudamiento público, las deudas del Estado. Esa es la
razón por la cual los mandatos de casi todos los bancos centrales del
mundo, con la notable excepción de la FED, -el Banco Central de los
EEUU-, se limitan a la lucha contra la inflación.

Para premunirse de la desvalorización de los créditos otorgados al
consumidor, y de los precios expresados en moneda nacional, los
artistas de la dictadura inventaron la UF, engendro que los gobiernos
de la Concertación, incluyendo el gobierno de Lagos en el cual Martner
ejerció responsabilidades no despreciables, se cuidaron muy bien de no
hacer desaparecer.

La degradación del poder adquisitivo de los salarios modestos que
provoca la inflación encontró una respuesta en la Europa conservadora:
el reajuste automático de salarios, mecanismo que hicieron
desaparecer los gobiernos social demócratas en la década de los 80 con
el pretexto de que era generador de… inflación.

Gracias a lo cual, en los últimos 20-30 años, con la inflación
controlada, los asalariados franceses y alemanes no constataron
ninguna progresión real de sus salarios, mientras que la parte de la
remuneración del capital aumentó en casi 10 puntos porcentuales del
PIB, lo que para Francia da la impresionante cifra de 250 mil millones
de Euros cada año.

En un período menos largo, pero significativo, la distribución del
ingreso en Chile no se ha modificado a favor de quienes "viven de un
salario o de ingresos esporádicos" pese a que efectivamente la
inflación se redujo notablemente a partir del año 1990.

Lo que sí afecta gravemente el poder adquisitivo de los asalariados
modestos son las tasas usureras de los créditos al consumo, -que en el
momento en que esto escribo se sitúan por encima del 52% anual-, sin
que Gonzalo Martner haya considerado oportuno referirse al tema.

El problema que tenemos delante es el que tiene que ver con los
remedios a la aceleración del fenómeno inflacionista. La contracción
de la oferta de dinero, del crédito, que se traduce por el aumento de
las tasas de interés, tiende efectivamente a disuadir la inversión si
uno le cree a la teoría neoliberal en boga.

Aun cuando resultados de investigaciones recientes demuestran que el
inversionista no mira solo lo que cuesta el crédito, sino sobre todo
cuanto le aporta como ganancias netas.

Y ya puestos a ser coherentes, si la teoría económica dominante tiene
razón, un dólar devaluado debiese permitirles a los consumidores
chilenos el acceso a productos del mundo entero a mejor precio, o sea
que un dólar débil debiese jugar contra la inflación. Los aficionados
a las cifras pueden calcular fácilmente lo que costaría un litro de
combustible con un dólar a 750 pesos chilenos…

Lo que vuelve a poner en cuestión la afirmación de Martner con
relación a la "buena política económica que produce resultados mejores
que el mercado librado a su suerte" cuando se refiere a la compra de
dólares por parte del Banco Central.

Por otra parte, un dólar devaluado aumenta el precio relativo de la
mano de obra, aun cuando los asalariados chilenos no perciban ni un
peso de aumento. Simplemente sus salarios, expresados en dólares, son
más altos. Lo que trae a cuento el tema de la competitividad. Pero
incluso en este tema el pensamiento único, se equivoca. Curiosamente,
los países europeos que constatan los más altos niveles de salarios
son los que más competitividad demuestran, generando sólidos
excedentes comerciales incluso con países de salarios bajos. Basta con
mirar el ejemplo de Alemania.

Y es que la competitividad no puede ser asimilada al tamaño del puñado
de arroz con el que se paga la mano de obra. Ese es un criterio propio
del FMI, -o del Cato Institute en el que milita el Sr. José Piñera-,
que a lo largo de décadas ha puesto en guardia a los gobiernos
chilenos contra un "excesivo"(sic) aumento del salario mínimo. Con el
éxito que todos conocemos.

Durante el mandato de Ricardo Lagos, época en la cual Gonzalo Martner
ejerció algunas responsabilidades, el FMI elogiaba las políticas del
gobierno chileno, al tiempo que exigía hacer aun más flexible el
mercado del trabajo y llamaba "a las autoridades (chilenas)...a
explorar el tema de los costes de despido que aparecen muy altos
vistos desde una perspectiva internacional, así como a limitar los
aumentos del salario mínimo, en particular para los trabajadores
jóvenes."[8]

Nicolás Eyzaguirre, ministro de Hacienda de Lagos y accesoriamente
colega de Martner, llegó incluso a reconocer durante el ejercicio de
sus competencias en el gobierno que la distribución del ingreso era
una "vergüenza"(sic), para años más tarde hacer un mea culpa en una
entrevista al diario madrileño "El País" y reconocer que él mismo y
Lagos fueron incapaces de modificar en nada una de las más injustas
distribuciones de la riqueza del mundo: "Es nuestro mayor fracaso.
Después de seis años al frente de la política económica del Gobierno
de Ricardo Lagos, sé que cada vez que intentábamos una redistribución
más justa, un poderoso establishment impedía adoptar las medidas más
elementales".

Incapacidad de la dupla Eyzaguirre-Lagos o poder del "establishment"
el resultado es el mismo. Nunca se adoptaron "las medidas más
elementales" y de ahí que no sorprenda la impaciencia que gana a
sectores cada vez más importantes de la población que constatan con
creciente decepción que la dupla Velasco-Bachelet tampoco puede con el
"establishment", admitiendo que tenga la voluntad y el coraje para
intentarlo.

Para quienes se interesan en la economía lejos de las pretensiones
chamánicas de algunos "expertos" caricaturales, creer, -o hacer
creer-, que el empleo es una función inversa del nivel de salarios es
una estafa intelectual. Al tiempo que nos retrotrae a la historia pre
keynesiana y consagra como cierta la tristemente célebre Teoría del
Equilibrio General tan a mal traer desde hace ya treinta años.

No se trata al respecto de intentarle un mal venido proceso de
intenciones a Gonzalo Martner, sino de recordar lo que ha sido, y lo
que es hasta hoy, el sustrato teórico que sustenta las políticas
económicas de la Concertación, políticas que tantos ecos favorables
encuentran en el mundo empresarial.

En fin, que Gonzalo Martner estima que frente a las consecuencias de
la actual mega crisis, -calificadas púdicamente de "turbulencias"-, el
principal peligro lo constituyen los expertos que a su juicio son de
dos categorías: los adeptos del credo liberal y del "laissez-faire",
que no juran sino por los ajustes que sin duda alguna operará la
sabiduría del mercado, y los partidarios de un "activismo brusco" que
Martner, en un arranque de humor que no le conocíamos, asimila a
"cazar moscas con escopeta".

Los primeros, neoliberales primarios. Los segundos, peligro de seguro
mucho más hipócrita, son los que recomiendan subir fuertemente las
tasas de interés, fuente de credibilidad del Banco Central, y exigirle
al gobierno bajar significativamente el gasto publico[9].

Pero, ¿no se trata de los mismos? ¿Dónde ve Martner la diferencia
entre unos y otros?

Luchar contra la inflación, reducir la participación del Estado y en
un sentido general del sector público[10], reducir fuertemente los
impuestos, son las recetas de los neoliberales.

La sutileza del análisis de Martner, su fineza en la percepción de los
matices, no logra hacernos creer que se trata de dos escuelas
diferentes.

En lo que Martner lleva razón es en afirmar que tales medidas son
recesivas y contribuyen a agravar las consecuencias de la crisis,
perdón, de las "turbulencias", sobre todo para "los que viven de un
salario o de ingresos esporádicos".

Martner lo explicita cuando escribe: "Estas políticas de tasas de
interés altas y contracciones del gasto público invariablemente
terminan deprimiendo la economía y provocando un incremento del
desempleo como en 1975, 1982 y 1999".

Sea. ¿Entonces?

Simple. Según Martner, -¿quién pudiese contradecirle?-, "Lo que cabe
hacer es diagnosticar bien el problema".

Este es precisamente el aspecto que menos nos interpreta de su
análisis. Porque en el fondo está impregnado de lo que incluso en
economía llaman el "sentido común" (que no siempre lleva a soluciones
pertinentes), y de un innegable continuismo, de una total ausencia de
crítica radical (en el sentido de ir a las raíces) con relación a las
políticas económicas que perduran desde los años de plomo de la
dictadura.

Y porque en la forma predomina el "bastaría con, habría que",
simplificación algo excesiva y sin duda, una vez más, ingenua.

He aquí el diagnostico de Gonzalo Martner:

· La inflación se explica hoy por aumentos de costos
originados en fenómenos externos (petróleo y alimentos), no por exceso
de demanda.

· El consumo interno viene creciendo menos desde fines de
2007. No hay que contraerlo más, pues puede desplomarse.

· Por tanto, no hay que subir las tasas de interés afectando a
los consumidores y a los productores ni disminuir el gasto público (se
debe respetar la regla anticíclica en vigencia), pues esto deprime la
actividad innecesariamente.

· El propio efecto de la pérdida del poder adquisitivo
moderará el consumo.

Explicar la inflación, aun parcialmente, por el aumento del precio de
los alimentos calificando ese hecho de "fenómeno externo", no deja de
sorprender en un país exportador de… alimentos. Aun así, cualquier
empresario agrícola, -y los hay-, diría que en esta crisis hay una
fenomenal oportunidad de negocios si se tratase de orientar la
agricultura hacia la producción de los alimentos que actualmente se
importan. Lo que constituye un activismo que sería difícil de
calificar de "brusco" o de "cazar moscas con escopeta".

La moderación del crecimiento del consumo interno desde fines del 2007
puede que esté ligada al nivel de endeudamiento alcanzado por los
hogares chilenos (la deuda acumulada supera los 70 mil millones de
dólares), a la sensible caída del poder adquisitivo (la inflación en
el 2007 alcanzó la respetable cifra de un 7,8%), al aumento de la tasa
de desempleo que no se explica únicamente por la llegada al mercado
del trabajo de un ejército femenino de reserva[11], en fin, que
conviene explicitar adecuadamente las causas del mal para proponer
soluciones adecuadas. Ese es uno de los objetivos de saber si «Ça vous
chatouille ou ça vous gratouille»…

Para sostener el consumo, admitiendo que el consumo interno es el
motor, o uno de los motores, del crecimiento, tal vez no baste con no
subir las tasas de interés, que de todos modos el Banco Central ya
subió (y cuenta seguir subiendo) y que por otra parte no guardan
ninguna relación con las tasas usureras que se le aplican a los
créditos al consumo, a las tarjetas de crédito, tasas que superan el
52% anual, muy lejos de la tasa directriz del Banco Central que hoy
está en "solo" un 7,25%.

Regular el crédito al consumo a través del banco que fue del Estado
pudiese tener un mayor impacto en el consumo interno, pero de eso
Martner no dice palabra.

El impacto negativo que puede tener la subida de tipos del Central en
la inversión está por verse, no solo porque los inversionistas también
miran lo que la inversión aportará como beneficio neto sino porque la
IDE, la inversión directa extranjera, puede financiarse en fuentes
menos costosas, por ejemplo en los EEUU donde la tasa directriz de la
FED está en un 2%, o aun en Japón, cuyo banco central la mantiene en
un ridículo 0,5%.

Prever que habrá capitales golondrinas llegando a Chile puede ser un
tópico, visto que hasta los "expertos" parecen darse cuenta que
obtener un crédito en los EEUU a tasas del orden del 2%, y colocarlo
en Chile, en donde se obtienen remuneraciones superiores al 7%, es un
pingüe negocio.

Por otra parte, sostener que el gasto público es parte de una
pretendida "regla anticíclica en vigencia" equivale a tomar lecciones
de economía con el presidente de la comisión de hacienda del senado… o
creer que somos necios.

Las decenas de miles de millones de dólares de excedente fiscal que se
deprecian en colocaciones en bonos del Tesoro de los EEUU, obedeciendo
a la verdadera regla, la del superávit fiscal, demuestran lo
contrario.

Si de medidas anti cíclicas se tratase, hay otras algo más radicales y
pertinentes. Atacar el crítico problema de las insuficientes y
malogradas infraestructuras del país pudiese ser una.

Tomar medidas efectivas para producir una significativa redistribución
del ingreso, es otra. No hablo de caridad pública, ni de gasto social,
ni de subvenciones ni de subsidios. Cambiar definitivamente la
arquitectura financiera que sostiene el lucro en la salud y en la
educación bastaría para desplazar algún punto porcentual de la
remuneración del capital al bienestar de la población, lo que por otra
parte es extremadamente eficaz cuando se trata de mejorar la
productividad y la competitividad de la mano de obra nacional.

Llevar adelante, en paralelo, una modernización a fondo del régimen
impositivo que haga pagar a los poderosos, serviría para financiar lo
que precede sin tocarle un dólar a los excedentes que Velasco y sus
predecesores envían al extranjero.

Adecentar las condiciones de trabajo del mundo asalariado, público y
privado, es otra. Comenzando por los salarios[12].

Estas, entre otras, son medidas anti cíclicas. Que exigen otra cosa
que quedarse en los síntomas, en el «Ça vous chatouille ou ça vous
gratouille?» del Doctor Knock.

En el acápite "bastaría con", Martner nos explica lo que hay que
hacer:

· Hay que establecer un horizonte de 24 meses para volver a la
meta de inflación.

· Hay que actuar conteniendo el alza de combustibles en lo que
tiene de temporal modulando no tanto el impuesto específico (que se
aplica a las cantidades consumidas) como el IVA, limitando la
recaudación a la que resulte del valor del petróleo de largo plazo.

· Hay que restablecer urgentemente los ingresos de los más
pobres perdidos con la inflación si no queremos un aumento rápido de
la pobreza. Bonos trimestrales compensatorios a las familias de
ingresos más débiles mientras dure la emergencia de precios altos de
la energía y los alimentos son posibles y justos… si es que no se
tiene a los dogmas neoliberales y las instituciones que los defienden
como guías de conducta.

¿Por qué el horizonte Martneriano para que la inflación vuelva a la
"meta" es de 24 meses[13]? ¿Por qué no de 36 o de 18? Sería todo un
detalle conocer las razones, los cálculos, e incluso las cifras que
permiten avanzar tal predicción de economista a la que de todos modos
tal vez no convenga atribuirle más importancia que la que los propios
economistas le atribuyen a sus predicciones.

Contener "el alza de combustibles en lo que tiene de temporal" (¿y no
en lo que tiene de inmanente?), modulando no tanto (¿un poquito si?)
el impuesto específico (que se aplica a las cantidades consumidas)
como el IVA, limitando la recaudación a la que resulte del valor del
petróleo de largo plazo" es una frase que hace pensar en el aforismo
atribuido a Alain Greenspan: "Si me entendieron es que debo haberme
expresado mal".

Reducir la carga impositiva… ¿He ahí una medida "anticíclica"? ¿He ahí
una medida que pudiese contribuir a una sensible modificación de la
injusticia económica que prevalece en Chile? ¿Se trata de una medida
positiva o de una medida normativa?

Una vez más nos quedamos en el «Ça vous chatouille ou ça vous
gratouille?» del Doctor Knock.

Uno espera de un hombre de la talla de Gonzalo Martner alguna
propuesta en el sentido de definir una verdadera política energética
en vez de los manotazos de ahogado a los que nos tiene acostumbrados
la "ciencia económica" concertacionista. Será para otra vez.

El último "bastaría con" expresado por Gonzalo Martner, "restablecer
los ingresos de los más pobres…", entra de lleno en la categoría
definida por Georges W. Bush como "conservadurismo compasivo".

Alimentar la corte de los milagros hasta que soplen otros vientos no
cambia nada en el fondo y tiene la ventaja de costar muy poco. La tan
cacareada reforma previsional y los 60 mil pesos atribuidos a quién no
tiene derecho a pensión (grosso modo medio millón de pobres) cuesta
unos 700 millones de dólares por año, o sea menos de un 0,5% del PIB,
o aun menos del 7% del superávit fiscal anual[14].

Como quiera que sea, hay que coincidir con Martner cuando afirma que
"Los economistas chilenos de esta corriente (neoliberal) han
demostrado ser lo suficientemente incompetentes como para que no sea
recomendable seguir sus recetas recesivas".

Cómo no aplaudirle cuando manifiesta que "Por último, el país debe
asumir que el precio del cobre será por un largo período más alto que
lo previsto y que el inmenso caudal de recursos adicionales generados
no va a sus dueños, todos los chilenos, sino a quienes tienen la
concesión privada de la explotación obtenida en condiciones
ilegítimamente ventajosas".

Cómo no juzgar un avance insuficiente el remedio propuesto: Establecer
un nuevo trato tributario con las mineras privadas es un deber
nacional que si no se cumple nos será reprochado con justicia por las
futuras generaciones, que no encontrarán justificación a la increíble
ceguera colectiva frente a la dilapidación de recursos que permitirían
asegurar el salto al desarrollo que el país necesita. Se debe
renunciar con urgencia a la defensa dogmática de "la estabilidad de
las reglas del juego" que en este caso son directamente
injustificables y privan a los chilenos ni más ni menos que de un
mejor futuro.

Intentando ser optimistas, para ver el vaso medio lleno, y en ningún
caso medio vacío, destaquemos la notable aseveración: "Se debe
renunciar con urgencia a la defensa dogmática de "la estabilidad de
las reglas del juego" que en este caso son directamente
injustificables y privan a los chilenos ni más ni menos que de un
mejor futuro".

El autor de la doctrina que pretende que Chile no tiene ni siquiera
soberanía para establecer las reglas del juego que estime adecuadas en
materia tributaria fue un cierto Ricardo Lagos, que en ese preciso
momento, accesoriamente, era el jefe de Gonzalo Martner en La Moneda.

Lo dicho. Vamos acercando posiciones.

(*) Doctor en economía de la Universidad de Paris, académico de la
Universidad de Santiago.

[1] ¿Le cosquillea o le picotea ?
[2] Todas las citas atribuidas a Gonzalo Martner están tomadas de su
texto titulado "Turbulencias económicas" que reproduzco al final de
esta nota.
[3] Pichi: poco, pequeño, en Mapu Gundun.
[4] Faux ami: falso amigo, facilidad engañosa, en francés.
[5] "I call my philosophy and approach compassionate conservatism. It
is compassionate to actively help our fellow citizens in need. It is
conservative to insist on responsibility and results. And with this
hopeful approach, we will make a real difference in people's lives".
George W. Bush. April 30, 2002.
[6] Comportamiento que no deja de ser curioso en monetaristas
convictos y confesos.
[7] «Toutes choses étant égales par ailleurs»: sin cambiar ninguna
otra variable o parámetro. "Todo lo que no sea la variable considerada
sigue igual".
[8] Informe de consultas sobre el capítulo IV. Fuente: FMI.
[9] Martner olvida la baja de impuestos, medida reclamada a voces
entre otros por el parlamentario DC Jorge Pizarro, en particular en
materia de combustibles.
[10] Participación que el neoliberalismo rechaza cuando se trata de
gasto social, pero que aplaude cuando se trata de transferirle
recursos al sector privado. El presidente de la Asociación de Bancos,
Sr. Hernán Somerville, recomienda reducir el gasto social pero no dice
una palabra con relación a las cuantiosas subvenciones que recibe
Transantiago a través del AFT, organismo presidido por el Sr.
Somerville Hernán.
[11] Armen Kouyoumdjian explica ese fenómeno de muy otra manera:
"Unemployment in May rose 1.3 points in the year, to 8 %. In the 15-24
years bracket, the rate rose by 2.9 points to 20.1 %. Such statistics
are "talked up" by officials as reflecting a wider labour market,
where women in particular, attracted by "opportunities", are seeking
work for the first time. Such imbeciles! The only reason for them to
do so is because they are desperate for money. Otherwise do you think
they are going to abandon their families and spend hours in the
Transantiago for a gross U$ 300 per month?"
[12] Definitivamente, hay que leer a Armen Kouyoumdjian: "The minimum
wage was increased by 10.4 % to 159,000 pesos from July 1st (U$ 310),
which barely covers the inflation suffered by low wage earners. Even
then, the business sector shouted as if they had been raped. In their
usual callous way, those same economists whose consultancy fees are
comfortably indexed in UF, predicted "up to 36,000 redundancies",
whereas a business leader suggested that workers "should tighten their
belts" (as if they could afford a belt anyway). They seem to be
heeding the advice as the consumption of bread and milk has fallen. In
several Latin American countries, producers and retailers have self-
imposed price freezes on many staple goods. In Chile, they imitate
Marie-Antoinette ».
[13] ¿Quién fija la meta?, ¿Sobre la base de qué criterios? Misterio…
[14] De todos modos más vale pájaro en la mano… que promesa
concertacionista.
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